La ciencia dormida en el Norte

Abr 14, 2014
Tomas Norambuena

Adriana Aránguiz Acuña, académica asociada del Departamento de Química de la Universidad Católica del Norte.

El informe final que entregó la Comisión Asesora Presidencial en Descentralización y Desarrollo Regional (1) a la presidenta Michelle Bachelet confirmó la deuda que el país tiene con sus regiones. Luego de seis meses de trabajo, el documento elaborado por 33 integrantes, detalla las medidas necesarias para superar brechas en ámbitos claves para el desarrollo nacional, entre ellos innovación, ciencia, tecnología y emprendimiento.

En esta columna Adriana Aránguiz Acuña, académica asociada de la Universidad Católica del Norte entrega su mirada testimonial de los desafíos que tienen estas áreas y de las principales piedras de tope que enfrentan los científicos que asumen la tarea de hacer ciencia en las regiones, específicamente en el Norte de Chile.

El inicio de una carrera científica en Chile implica, mayoritariamente, un gradual y dilatado ingreso a la academia, que empuja al investigador a peregrinar entre postdoctorados, horas de clase distribuidas entre distintas universidades privadas, asesorías en consultoras o participaciones limitadas en proyectos ajenos. Cuando finalmente se logra abrir un concurso en el área y, algo no menor, cumplir con el perfil específico solicitado, el acceso al tan ansiado puesto académico a menudo implica el traslado, de la familia completa o en solitario, a regiones realmente extremas. Y extremas no tan sólo por su alejamiento geográfico, sino porque hacer ciencia en regiones distantes o en universidades del grupo 2 o 3 implica esfuerzos desconocidos por quienes se desenvuelven en los polos científicos de mayor desarrollo en Chile.

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A fines de 2013, cuando llevaba sólo unos pocos meses como académico de una universidad regional, participé de un encuentro de investigadores jóvenes de la zona norte convocado por el CRUCH. De esa conversación pude identificar ciertos conflictos, algunos de los cuales probablemente también sean comunes para los investigadores del otro extremo, y otros comunes para los investigadores jóvenes en general: 1) total desconocimiento de la administración central acerca de la problemática local, lo que se ve reflejado en la adjudicación de concursos de la línea de CONICYT, 2) los concursos tendientes a financiar líneas estratégicas definidas regionalmente, como los FIC-R, se basan en criterios de evaluación no científicos, 3) en la asignación de los montos a proyectos regionales no se consideran los altos costos de traslado de equipos e insumos, así como de personal técnico que garantice el correcto funcionamiento de los equipos (costos que muchas veces deben ser asumidos por el propio proyecto), 4) ciudades como en la que vivo, Antofagasta, tiene un costo de vida altísimo, lo que trasciende a altos costos de cualquier tipo de servicio, 5) un tema de mi particular interés es que en esta ciudad, tan permeada por la minería, existe un escasísimo interés de los escolares por el estudio de carreras científicas, quienes transversalmente aspiran a estudiar ingenierías que les permitan un exitoso ingreso a la empresa minera. Esto conlleva varios vicios adicionales: escasos programas de postgrado de investigación ymínimo incentivo para atraer buenos estudiantes a la zona, lo que redunda en un lento despegue en la productividad científica. A esto se suma los muchas veces reconocidos pagos del noviciado de académicos recién ingresados: sobrecarga de horas en docencia y labores administrativas, hostilización por parte de académicos senior  y obstaculización del desarrollo personal y colectivo por las nefastas luchas de egos, que en regiones permiten la aparición de verdaderos feudos, disfrazados de “celo profesional”. El recambio es imperioso y doloroso para las propias universidades, sus directivos lo saben y poco o nada pueden hacer al respecto. Sin embargo, la experiencia de diversas universidades que han apostado por incorporar a científicos jóvenes ha sido del todo exitosa, demostrando que estas contrataciones y el voto de confianza requerida por estos investigadores permite en un plazo bastante corto, mejorar notablemente los indicadores de las Universidades que los acogen. He aquí una buena oportunidad de promover el despegue de Universidades de zonas extremas, si se implementan los estímulos adecuados y suficientes para insertar en la academia a jóvenes investigadores iniciando sus carreras.

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Las estructuras universitarias no presentan el dinamismo que se requiere frente a una administración científica débil y ambigua como la que se mantiene a la fecha en el país. No es de extrañar, por tanto, que la falta de voluntad central impacte de mayor manera a zonas distantes de donde “las papas queman”. Es imprescindible demostrar con fuerza que existe la voluntad, el apoyo, las condiciones y, finalmente, las políticas que fomenten la investigación en la zona norte, dirigida a condiciones específicas de la zona, pero también que universidades regionales pueden ser un foco de atracción de investigadores proveniente de otros puntos y generadoras a su vez, de investigación de calidad global. El esfuerzo debe orientarse a cambiar las condiciones de estabilidad que han permitido que esta Antofagasta siga dormida (como versa el dicho local) y despierte de una vez al desarrollo científico.

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(1) Propuesta de Política de Estado y Agenda para la Descentralización y el Desarrollo Territorial de Chile (2014). Comisión Asesora Presidencial en Descentralización y Desarrollo Regional. Web: www.decentralizacion.cl